PRESENTACIÓN
El Santuario de Santa Gema es un templo ubicado en, Calle Leizarán, 24, en la Colonia de El Viso de Madrid (España) con advocación de Santa Gema Galgani. Ubicada en frente de la plaza de Santa Gema (barrio de Chamartín, en las cercanías del estadio Santiago Bernabéu). El día catorce de cada mes hay una peregrinación en devoción a la santa. El templo es famoso porque en él se venera la reliquia del corazón de Santa Gema llegado desde Roma en el año 1985.
El edificio está aislado de los edificios circundantes por encontrarse en medio de una plaza. Destaca por la existencia de una torre. La fachada principal se realizó con fábrica de ladrillo rojo. La cúpula es ochavada, y en cada uno de ellos se representa una escena de la vida de la santa. Destaca una escultura de Jesús en madera obra del escultor Mariano Rubio Martínez.
UN ESBOZO DE LA VIDA DE SANTA GEMA
Vida
Gema fue una de las hijas del boticario Enrico Galgani y su esposa Aurelia Landi, quien murió cuando ella tenía tan solo siete años. Quedó huérfana de padre a los 18 años, y tras ayudar a su tía a criar a sus hermanos menores y rechazar a dos pretendientes atraídos por su notable belleza física, fue contratada como ama de llaves por la familia Giannini, que prácticamente la adoptó. Con ellos, Gema se trasladó a la ciudad de Lucca; allí se hizo amiga de la venerable María Eugenia Giannini, más tarde también pasionista italiana. Después de la muerte de su amiga, sería la fundadora de la congregación "Hijas de Santa Gema".
Gema se caracterizó por su piedad y su amor a Cristo y la Eucaristía. Fue una de las primeras mujeres estigmatizadas del siglo XX. Tres días a la semana, por al menos tres años, Gema mostraba estigmas en las manos y los pies, que luego desaparecían. También era famosa por sus visiones de su Ángel de la Guarda, a quien incluso una que otra vez le pedía que le llevase recados si estaba demasiado ocupada, generalmente enviando cartas al correo que iban destinadas a su director espiritual.
Muchacha de delicada salud, a los 20 años Gema se curó milagrosamente de una grave meningitis; ella atribuyó su curación a san Gabriel de la Dolorosa, entonces venerable, a quien le había rezado fervorosamente mientras recibía tratamiento. Esa misma mala salud no permitió que fuese aceptada como religiosa pasionista, pero igualmente recibe los honores correspondiente a la Orden y es especialmente popular entre sus adherentes.
Gema murió probablemente de tuberculosis en Lucca, el 11 de abril de 1903, a la edad de 25 años, y fue beatificada por el papa Pío XI el 14 de mayo de 1933, en la Basílica de San Pedro. Canonizada por el papa Pío XII en 1940, se convirtió así en la primera santa italiana del siglo XX. Sus restos mortales descansan en el Santuario pasionista de su localidad, Lucca, donde se congregan cada año miles de peregrinos. La fiesta principal de santa Gema Galgani, según el calendario litúrgico, es el día 11 de abril, pero también se celebra el 14 de mayo, en recuerdo de su beatificación. Desde el año 1985 se venera en el Santuario de Santa Gema de Madrid la reliquia del corazón de la santa.
EL LATIR DEL CORAZON DE SANTA GEMA
LA ORACIÓN QUE ELLA ESCRIBIO Y NOSOTROS REZAMOS
En los primeros días del mes de diciembre de 1900, Santa Gema escribe una carta al P. Germán. Comienza expresándole sus sentimientos: “Tiemblo y me asusto de mí misma. Miro a Jesús Crucificado, y me avergüenzo de mí; me acuerdo de los dolores y los padecimientos de Jesús y se acrece mi vergüenza. Jesús, en medio de tanta pena y de tantos espasmos, no se preocupa sino de ofrecerlo todo por la salud del mundo entero”. Después de nuevo le expresa sus deseos de ser religiosa pasionista y la lucha interior que supone el dilatarse el cumplimiento de este deseo. Y le añade: “Y ahora, padre mío, va a hacer lo que voy a decirle. En este papel hallará escrita una oración, ¿quiere hacerme la caridad de leerla en seguida y ver si va conforme al querer de Dios? No se enfade si ve alguna cosa que a usted no le guste. Jesús y la Madre Santísima nos concederán esa gracia, si es conforme a su querer”.
Y en papel aparte incluye esta oración: “Amado Jesús: Heme aquí a tus santísimos pies para manifestaros en cada momento mi reconocimiento y gratitud por los muchos y continuos favores que me habéis dispensado, y que aún queréis dispensarme. Cuantas veces te he invocado, ¡Oh Jesús!, me has dejado satisfecha; he recurrido a menudo a Vos, y siempre me habéis consolado! ¿Cómo expresaros mi reconocimiento, querido Jesús? Os doy gracias infinitas. Pero todavía quiero que me concedáis otra gracia, oh Dios mío, si es de vuestro agrado. Esperad Jesús, esperad; soy vuestra víctima, pero esperad; en vuestras manos está mi vida, pero esperad. Podéis, oh Jesús, desahogaros conmigo, más esperad si os parece. ¡Hágase en todo vuestra santa voluntad!”.
El Padre Germán responde a su petición y le insinúa algunas correcciones. Frente a ciertas impaciencias él comenta: Mejor decir: “Una sola cosa, oh Jesús: que seáis glorificado en las humillaciones de esta pobre
sierva. No lo que a mí me parece que Vos queráis de mi sino aquello que Vos queréis en realidad: y esto hacedlo por Vos mismo, oh Jesús, sin necesidad de que yo eche a perder vuestra obra con mis inútiles deseos, con mis insuficientes esfuerzos y con mis ridículas palabras. Y ahora dime hija: ¿no te parece esta oración mucho más hermosa que la que tú has escrito? Procura, pues, imprimirla en lo más hondo de tu ser”.